Y con esto, damos fin a Cinema Paradiso.
Han sido tres años, pero nos hemos dejado infinidad de títulos por tratar. Cosa que, a mi ver, debería ser un mensaje esperanzador: el cine, y el arte en general, no acaban nunca. En nuestro saco de películas posibles hemos dejado de todo, desde clásicos intemporales hasta proyectos que aún están haciéndose un nombre en la historia del medio, y aunque hemos sido todo lo amplios que humanamente se puede a la hora de elegir nuestros títulos, dejamos huérfanas de programa a cintas de todo año, género o nacionalidad. Incluso ha habido filmografías nacionales, como la india, que no hemos llegado a tocar. Y siendo positivos, esto es un mensaje maravilloso, el mensaje de que el cine, su belleza y su maravilla, son infinitos, y tres años no han sido nada para acercarse a ello. El mensaje de que podríamos usar toda una vida en la contemplación del medio al que debemos tantas emociones y reflexiones, y no habríamos malgastado esa existencia.
Es imposible, sin embargo, no sentir una cierta desazón ante el panorama de todo lo que pudo ser y no fue. El consuelo que tanto yo como el resto de personas que a lo largo del tiempo hemos formado el programa tenemos es que en todo momento hemos dado lo mejor de nosotros, con el único propósito de transmitir nuestro amor por el cine. En todo este tiempo lo único que hemos tenido en mente ha sido compartir con vosotros los títulos que nos han calado hondo, que han despertado algo en nuestro interior, luchando contra el absurdo de intentar verbalizar algo que es esencialmente inefable. Hemos hablado de las historias, sus tramas y sus implicaciones; hemos tratado la parte técnica, desvelando los recursos internos de cada película y el lenguaje propio del cine; hemos revisado las idiosincrasias de directores, actores y técnicos; pero ante todo hemos querido proponeros a todos vosotros, semana a semana, experiencias cinematográficas a descubrir o revisitar, ofreciéndoos nuestra compañía para compartir el momento y, todos juntos, avanzar en el camino del conocimiento y la fascinación hacia el objeto de nuestra pasión. Si alguna vez lo hemos conseguido, todo este esfuerzo que hoy acaba está lleno de sentido.
Hayamos logrado o no ese objetivo, está claro que nada de esto pudo haber sido posible sin la participación de todos aquellos que nos hemos puesto delante del micrófono o los controles para realizar el programa. A título personal, quiero dar las gracias y hacer receptores de mi más sincera admiración, a: Dídac Gimeno y Cristina Pareja, auténticos fundadores del proyecto y las personas que más han luchado por hacerlo avanzar y evolucionar; Laia Serna, que con su buen hacer y su altura tanto humana como profesional ha marcado un nuevo estándar de calidad; Jorge Mompó, cuyo apoyo a todos los niveles ha hecho posible no sólo episodios inolvidables, sino que ha propiciado el que hayamos llegado hasta la emisión de hoy; Julio Fontán, que con su genio natural consiguió que el programa saliese de su encorsetado formato habitual y experimentase nuevas formas de llegar a la audiencia; y Carlos Gener, que no sólo compartió en los programas a los que vino nuestro sueño, sino que también nos apoyó desde su propio espacio radiofónico. Gracias, por supuesto, a todos los otros miembros de Ràdio Klara, cuyo apoyo, paciencia y simpatía nos han animado siempre a seguir al pie del cañón y a ofrecer contenidos cada vez mejores. Y gracias también a todas las personas que confiaron en nosotros y nos hicieron el tremendo honor de ofrecernos su tiempo y su talento al aparecer en el programa: directores tanto consumados como noveles, literatos, críticos, profesores, organizadores de eventos y grandes cinéfilos que nos han acompañado y nos han hecho vivir algunos de los mejores momentos de nuestra carrera.
Y cómo no, el mayor de todos los agradecimientos para quienes se hayan interesado por nosotros, para quienes nos hayan seguido, para quienes hayan extraído algo de nuestras reflexiones, y nuestras divagaciones, para quienes hayan disfrutado de una película en nuestra radiofónica compañía, para quienes hayan descubierto nuevos horizontes y para quienes hayan visto confirmada su pasión estética. A todos vosotros, cinéfilos nocturnos: GRACIAS, GRACIAS, MUCHÍSIMAS GRACIAS.
No diré adiós, porque seguro que, si sabeis dónde buscar, encontraréis mi nombre y el de mis compañeros. En otros sitios, en otros formatos, quién sabe si en otros niveles o lenguajes, pero seguiremos dedicándonos de alguna forma a devolver aquello que recibimos del cine, y a compartir nuestros sentimientos por ello.
Siendo así, hasta más ver, cinéfilos nocturnos.
Borgo, de Stéphane Demoustier
Hace 1 día