viernes, 2 de abril de 2010

Ran (2/04/10)



Título original: Ran.
Año de estreno: 1985.
Compañía productora: Greenwich Film Productions, Herald Ace, Nippon Herald Films.
Productor: Katsumi Furukawa, Hisao Kurosawa, Masato Hara, Serge Silberman.
Director: Akira Kurosawa.
Fotografía: Asakazu Nakai, Takao Saito, Masaharu Ueda.
Música: Toru Takemitsu.
Panfleto original: William Shakespeare.
Guión adaptado: Masato Ide, Hideo Oguni, Akira Kurosawa.
Intérpretes principales: Tatsuya Nakadai (lord Hidetora), Akira Terao (Taro), Jinpachi Nezu (Jiro), Daisuke Ryu (Saburo), Mieko Harada (Kaede), Peter (Kyoami), Masayuki Yui (Tango), Yoshiko Miyazaki (Sue), Mansai Nomura (Tsurumaru), Hisashi Igawa (Kurogane).

Hidetora Ichimonji, un poderoso señor feudal del Japón de la era Sengoku, se siente viejo y agotado para seguir administrando su extenso territorio. Sin embargo, su soberbia puede sobre su sentido común, y pese a dejar el gobierno de la tierra a sus tres hijos, no abdica de su título de lord. Su hijo pequeño, Saburo, es el único que le advierte contra la insensatez de esas palabras, pero su padre, creyendo adivinar amenaza en sus palabras, lo destierra junto a su general Tango, que apoya a Saburo en su aviso. Pronto, Taro y Jiro, los dos hijos mayores, ocupan los castillos más prestigiosos del territorio del clan, y conspiran contra su padre por el título de Señor. En estas conspiraciones, Kaede, la astuta esposa de Taro, tendrá mucho que decir...

Absolutamente épica y sobrecogedora, Ran es fácilmente una de las películas más bellas jamás realizadas. Basada en el inmortal El rey Lear de Shakespeare, Kurosawa construye una cinta asimismo inmortal en que el retrato psicológico y el drama familiar esgrimidos con una maestría sin igual casi parecen un mero telón de fondo respecto al festín estético que se ofrece: escenas rodadas en colores vívidos y deliciosos, secuencias que son un epítome de excelencia en cuanto a ritmo y técnicas de montaje, una banda sonora que es la síntesis casi perfecta de las músicas occidental y oriental, unas interpretaciones inolvidables muy cercanas al teatro noh japonés, y una producción de auténtico lujo con vestuarios fastuosos, apabullantes escenas de multitudes e incluso sacrificios supremos como la construcción de un castillo entero cuyo destino será ser quemado de cara al final de la cinta. Un título siempre a redescubrir por los amantes de lo bello, y sin duda una parte angular en el legado supremo de uno de los más grandes directores de la historia, de cuyo nacimiento se cumplen recientemente 100 años.

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